La Facultad de Artes participó del acto por el 9 de julio en el Rectorado de la UNT

Esta mañana se realizó el tradicional acto por el 9 de julio, en el patio central del Rectorado de la UNT, para conmemorar 208 años de la Declaración de la Independencia.

La Facultad de Artes estuvo presente protagonizando parte del evento encabezado por el rector de la UNT Ing. Sergio Pagani y la vicerrectora Dra. Mercedes Leal junto a decanos, decanas, vicedecanos y vicedecanas de las distintas unidades académicas; autoridades de las escuelas universitarias y el gabinete del Rectorado, entre otros.

Nuestra decana, la Dra. Silvia Agüero estuvo a cargo de dirigir las palabras del discurso central de este acto. En su intervención, resaltó varios temas entre los que destacó que esta es una fecha fundamental para reflexionar y para reafirmar el compromiso de la universidad en la búsqueda de soluciones y mejoras para nuestra sociedad.

También participaron del encuentro el profesor Alejandro Arquez quien acompañó desde el piano la entonación del Himno Nacional Argentino y el Ballet Folklórico de la Facultad de Artes, dirigido por la Prof. Andrea Pulido Aybar, interpretó el número “Cielito de la Independencia”.

A continuación compartimos el discurso completo que brindó la decana Dra. Agüero:

En esta fría mañana estamos congregados para conmemorar un nuevo aniversario de la
declaración de nuestra independencia. El 9 de julio es una de las fechas fundacionales de
nuestra patria.

Evocar las circunstancias que rodearon este momentos histórico particular ocurrido a unas
pocas calles de donde hoy nos encontramos, nos remite a una época lejana, a una sociedad y a
un mundo acaso mucho más lejano aún de nuestro atribulado presente.

La decisión de convocar al congreso de Tucumán para que declarase la independencia de las
provincias unidas de Sudamérica, impulsada por José de San Martin, Manuel Belgrano,
Bernabé Araoz, fue una decisión audaz, casi temeraria. Al promediar la década de 1810 la
marcha de las guerras de independencia estaba en una situación crítica; solo unas pocas
regiones de América continuaban bajo dominio patriota, mientras los realistas se hacían
fuertes en casi todo el continente. El frente interno no era más venturoso, se habían
exacerbado las divisiones entre ciudades y regiones que pugnaban por una nueva organización
política que reemplazara el antiguo orden indiano. A su vez, la derrota de Napoleón Bonaparte
había cambiado drásticamente el escenario internacional: la ola revolucionaria y los
cuestionamientos a las monarquías parecían haber cesado por completo. En Europa ya no se
hablaba de revolución, sino, por el contrario, de Restauración monárquica.

La convocatoria al Congreso y la propia declaración de la independencia el 9 de julio de 1816
en ese contexto tan adverso, enaltece la valentía y convicción de quienes soñaban un destino
americano para nuestros pueblos, aquellos patriotas que no se arredraron ante la adversidad y
que antepusieron a sus intereses circunstanciales imponiéndose como meta, el porvenir.
Debemos recordar que el proceso de transformaciones políticas que se inicia en 1810 nació
como un movimiento insurgente, que no necesariamente postulaba una ruptura con la
monarquía castellana y que fue mutando al calor de la guerra hacia planteos independentistas.
La Declaración de 1816 es un hito significativo pues de un modo manifiesto e indubitable
expresó la vocación por la independencia de los pueblos que habían integrado el virreinato del
Río de la Plata.

Las sesiones del Congreso de Tucumán fueron seguidas con enorme entusiasmo por los
vecinos de Tucumán, las crónicas y epistolario de los congresistas refieren que, durante las
deliberaciones en las galerías, los patios y en la calle (desde entonces, calle del Congreso) se
agolpaba una multitud que expresaba su apoyo a las propuestas de los diputados.
Una vez proclamada la declaración de la independencia, se procedió a la impresión de tres mil
ejemplares del acta, en tres lenguas; castellano, quechua y aymara para que fueran juradas
por todos los pueblos. Así el 25 de julio de 1816 se convocó al pueblo de Tucumán al campo de
las carreras, donde años atrás había sido la batalla de Tucumán para jurar fidelidad a la
independencia. Con encendidos discursos de Bernabé Araoz y de Manuel Belgrano, la multitud
expresó su adhesión a la independencia. Actos similares se desarrollaron en todas las ciudades
que habían participado del Congreso.

La conmemoración de las fiestas patrias y el establecimiento del 25 de mayo y el 9 de julio
como las fechas fundacionales de nuestra nacionalidad se consolidaron a lo largo de la
segunda mitad del siglo XIX con el imprescindible propósito de forjar una identidad nacional.
En esta tarea el arte desempeñó un papel fundamental, como atestiguan los bajorrelieves de
nuestra gran escultora Lola Mora sobre ambos momentos históricos.
Como ciudadanos y universitarios acaso debamos dotar de nuevos significados a estas
celebraciones vinculándolas de un modo más estrecho con nuestros sentimientos patrios y
también con nuestro actuar cotidiano.

Borges nos dice
Nadie es la patria, ni siquiera el jinete
que, alto en el alba de una plaza desierta,
rige un corcel de bronce por el tiempo,
ni los otros que miran desde el mármol,
ni los que prodigaron su bélica ceniza
por los campos de América (…)
Nadie es la patria. Ni siquiera el tiempo
Cargado de batallas, de espadas y de éxodos
La patria, amigos, es un acto perpetuo
Como el perpetuo mundo (…)
Nadie es la patria, pero todos lo somos

En esta mañana quiero proponerles una reflexión, la patria es actuar. Los proceres cuyas
sombras evocamos, desplegaron su acción en las guerras de independencia, en el Congreso de
Tucumán y en la forja de una Argentina con un provenir promisorio para todos sus habitantes.
Ante nosotros los desafíos que el presente nos impone son muy diferentes. Acaso honremos la
memoria de aquellos congresistas de 1816 comprometiéndonos con nuestros ideales,
sosteniendo nuestras convicciones y desplegando en nuestro hacer diario una línea de
conducta que aporte a lograr una mejor universidad, una mejor sociedad, y de este modo
silencioso y anónimo habremos sido dignos del juramento que aquellos hombres prestaron en
esa vieja y querida casona.

Arda en mi pecho y en el vuestro, incesante
Ese límpido fuego misterioso
“.


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